Dicen que fue Macías, el enamorado, trovador y hombre gentil, aparte de buen caballero. De tierras galaicas llegóse, a Arjonilla en el sur, cruzando la ancha Castilla, y aquí encontró el amor, y la muerte le persiguió.
– LA LEYENDA DE MACIAS EL ENAMORADO
La leyenda de Macías El Enamorado de nombre Santiago Macías se inicia en Padrón lugar de su nacimiento, a mediados del siglo XIV. Y pronto se distinguió a la hora de rimar versos. Suponemos que buscó mecenazgo, algo que era necesario en la época si te querías dedicar a las artes. Y por eso, debió entrar al servicio del Enrique de Aragón, marqués de Villena y Maestre de la Orden de Calatrava.
No es de extrañar que Enrique lo acogiera, ya que el era dado también a las artes, pero no a las líricas. Cultivó ciencias tales como la medicina, la teología, la astronomía, y también la literatura. Era el marques de Villena, una persona bastante esotérica en cuanto los conocimientos que atesoraba y sobre los que escribía, de hecho, ha pasado a la historia con el sobrenombre de el Astrólogo, o el Nigromante. Y no se tomaban estas cosas a bromas en aquel tiempo, que por un pelo salvó don Enrique la vida, acusado de hechicería. Suerte que no corrieron sus libros que fueron quemados en Madrid por orden del obispo de Cuenca.
Dejando atrás, estos lances brujeriles, lo cierto es que Don Enrique, tiene entre sus escritos dedicados a la literatura, “El arte de trovar”, en el que introduce en el castellano, algunos recursos de la lírica provenzal, y dos traducciones nada menos, que de “La Eneida” de Virgilio, o “La Divina Comedia” de Dante. No es de extrañar, pues, que mirase D. Enrique con buenos ojos al enamoradizo de Macías.
El caso, es que el marques asienta sus reales en la localidad jienense de Porcuna, donde establece su corte. Y allí que llega Macías con su laud, y allí que se enamora perdidamente de Doña Elvira, una de las damas de compañía de la marquesa, doña María de Albornoz.
El caso es que en aquellos tiempos, los hombres debían de valer lo mismo para tañer el laúd, que para empuñar la espada. Son tiempos duros en la frontera sur, y los nazaríes de Granada, no conceden un respiro a los ejércitos castellanos, protegiendo el último reducto musulmán de la península. Así que Macías se bate con los agarenos al servicio del marqués.
Y aunque Castilla fue siempre tierra de buenos vasallos, nunca, o mejor dicho, casi nunca, fue tierra de buenos señores. La prueba está en que don Enrique, despreciando el amor que se tenían Macías y Beatriz, ordena el casamiento de ésta con don Hernán Pérez de Vadillo en ausencia del trovador guerrero.
Debió de caérsele el alma a los pies a nuestro trovador, que llega victorioso de tierras granadinas, para encontrase conque la dama de sus pensamientos ha sido desposada por otro hombre. Pero no ceja, Macías en el empeño de celebrar su amor con su enamorada. Y así, muestra su amor en cada ocasión que se le presenta. Y lo peor, lo pone en las notas de su laúd, y canta sus pesares y sus desdichas a los cuatro vientos, para deleite de todos los moradores de Porcuna.